El Evangelio de hoy da pié a una reflexión personal sobre la misión evangelizadora de la Iglesia, que hoy en día se está concretando a través del paradigma de la Nueva Evangelización.
Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana. (Mateo 11,25-30)
La Nueva Evangelización es un llamado a volver a comunicar el Evangelio a una sociedad, que lo ha olvidado o lo utiliza de forma sesgada. Me da la impresión de que a veces se nos olvida qué es el Evangelio, lo que no ayuda a comunicarlo a otras personas.
El Evangelio es la Buena Noticia que Cristo comunica y a través de la cual nos invita a que, una vez la hayamos recibido en nosotros, la comuniquemos a los demás. Pero ¿Es para nosotros una buena noticia? En pleno siglo XXI ¿Qué nos aporta de bueno y de novedoso? Tal vez si entendemos las razones por las que el mensaje de Cristo no nos mueve ni nos conmueve, entendamos la razón de nuestra incapacidad para comunicarlo y recibirlo. (seguir leyendo)
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