SERMÓN VII PARA LA DOMINICA SEGUNDA DESPUÉS DE LA EPIFANÍA ( SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO)

POR: SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO



DE LA CONFIANZA QUE DEBEMOS TENER EN LA MADRE DE DIOS CUANDO RECURRAMOS A ELLA



Las bodas de Caná (1563) Veronese


Deficiente vino, dicit Mater Jesu ad enim: Vinum non habent.


Como viniese a faltar el vino, dijo a Jesús su Madre: No tienen vino.


(Joann. II, 3)


Nos dice el Evangelio de hoy, que habiendo sido convidado Jesús a las bodas de Caná en Galilea, asistió a ellas juntamente con su Madre: y que habiéndose acabado el vino en la comida, dijo la Madre a su divino Hijo: Vinum non habent. No tienen vino. Con estas palabras quería maría suplicarle, que consolase a aquellos esposos que estaban afligidos por la falta de vino. Pero Jesús le respondió: ¿Quid mihi et tibi est mulier? Nondum venit hora mea. (Joann. II, 4). Con esta respuesta quería decir, que no había llegado todavía el tiempo de hacer milagros, que debía empezar cuando saliese a predicar por la provincia de Galilea. pero a pesar de una respuesta que parecía tan repugnante a los deseos de su Madre, dice San Juan Crisóstomo, que el Hijo determinó obedecerla (Homil 2 in Joann): Licet hoc dixerit nondum venit hora mea; maternis tamen prœceptis obtemperavit. Y en efecto, María mandó a los que servían a la mesa, que hiciesen cuanto Jesús les ordenase. Luego Jesús les previno, que llenaran los cántaros o hidras de agua hasta la boca, y esta agua se convirtió inmediatamente en vino. De este suceso admirable deduciré dos consideraciones:


Punto 1º. El gran poder de María para alcanzarnos de Dios la gracia.


Punto 2º. La gran piedad de María para socorrernos en todas nuestras necesidades.


PUNTO I


Cuan grande es el poder de María para alcanzarnos de Dios la gracia.


1. San Buenaventura dice, que tiene tanto poder la virgen María para con Dios, que el Señor no puede dejar de atender las peticiones de esta Señora: María tanti apud Deum est meriti, ut non possit repulsam pati. (De Virg. c. 3). Pero ¿porque tienen tanta eficacia las súplicas de María delante de Dios? San Antonio dice, que por ser su Madre. Las súplicas de los Santos son súplicas de súbditos; las de María son de madre, de donde deduce San Antonio, que tienen cierto tono de imperio sobre Jesucristo, que tan especialmente la ama, y, por lo mismo, es imposible que no le conceda lo que le pide.


2. Por esta razón, Cosme de Jerusalén llama omnipotente el auxilio de esta Madre divina: Omnipotens auxilium tuum o María. Confirma esta opinión Ricardo de San Lorenzo, porque, dice, es muy justo que el Hijo comunique su poder a la Madre. Y por lo cual, el Hijo, que es omnipotente, ha hecho también omnipotente a la Madre, en cuanto es capaz una criatura, esto es, en obtener de su Hijo cuanto le pide.


3. Oyó Santa Brígida (Revel. l. cap. 4) cierto día, que hablando nuestro divino redentor con la Virgen, le decía: Pídeme cuanto quieras, porque tu petición no puede quedar frustrada. Pete quod vis a me, non enim potest esse inanis petito tua. Y la razón que da para afirmar esto es fuerte: Quia tu nihil mihi negati in terris, ego nihil tibi negabo in cælis. Puesto que nada me negaste tu mientras viviste en la tierra, nada te negaré mientras reine Yo en el Cielo. San Gregorio, arzobispo de Nicomedia, dice que: Jesucristo oye todas las súplicas de su Madre, como quisiese cumplir de este modo las obligaciones y deberes de hijo, por haberle dado el ser humano con el consentimiento, cuando le aceptó por hijo. Por esto decia San Metodio mártir, a la Virgen María: Alegráte, alegráte, oh Virgen Santa, que tienes por deudor a aquél Hijo de quien todos somos deudores; pero Él lo es tuyo por haber recibido de ti la humanidad.


4. De ahí toma margen San Gregorio de Nicomedia para animar a los pecadores, diciéndoles, que si recurren a la Virgen con voluntad de enmendarse, Ella los salvará por medio de su intercesión: y volviéndose después a María, le dice: “Tienes fuerzas insuperables; de modo que tu clemencia es más poderosa que la multitud de los pecados”. Y luego añade: “Nada resiste a tu poder, porque el Creador reputa por suya tu gloria”. “Nada os es imposible, dice San Pedro Damián, puesto que podéis hasta comunicar a los desesperados la esperanza de salvarse”. (Ser. 1 de Nativ. de la Virgen).


5. Refiere Ricardo de San Lorenzo, que cuando el arcángel San Gabriel anunció a la Virgen, que Dios la elegía por Madre de su Hijo, le dijo: Ne timeas María; invenisti gratiam. (Luc. 1, 30); y después añade: Los que quieran hallar la gracia, busquen a la inventora de ella. Cuando el arcángel le dijo, que había encontrado la gracia, se entiende que no la halló para sí, sino para nosotros los pecadores que la habíamos perdido. Y por esto dice Ugo cardenal, que debemos acudir a María para decirle: Señora, la cosa perdida debe restituirse al que la perdió: la gracia que vos encontrasteis no es vuestra, porque Vos no la perdisteis nunca: es nuestra, porque nosotros la perdimos por la culpa, y por lo tanto, debéis restituirnosla.


6. Santa Gertrudis tuvo revelación, de que nos serán otorgadas a los pecadores cuantas gracias pidamos a Dios por intercesión de María. Pues la Santa oyó que, hablando Jesús con su divina Madre, le dijo estas palabras: “Por tu intercesión conseguirán la gracia todos los que pidan misericordia con propósito de la enmienda”. Si todo el Paraíso pidiera a Dios una gracia, y María sola le demandara otra contraria a ella, el Señor oiría a María y no a todo el Paraíso, porque según dice el P. Suárez: Deus plus amat solam Virginem, quam reliquos sancta omnes: Dios ama más a la Virgen que a todos los Santos juntos. Pongamos fin, pues, a este primer punto, diciendo con San Bernardo: “Busquemos gracia, y busquémosla por medio de María; porque es la Madre de Dios, y no puede menos de ser servida por su Hijo.


PUNTO II


Cuán grande es la piedad de María para socorrernos en todas nuestras necesidades


7. Cuán grande sea la piedad de María, se deduce del mismo hecho descrito en el Evangelio que hemos expuesto arriba. Falta el vino; los esposos se afligen; ninguno de aquella casa suplica a la Virgen que pida a su Hijo que los consuele en tal necesidad; pero el corazón de María que no puede menos de compadecerse de los afligidos dice San Bernardino de Sena, la mueve a hacer el oficio de abogada, y a suplicar a su Hijo que obre un milagro. De ahí deduce el mismo Santo la reflexión siguiente: Si esta buena Señora hizo tanto sin que nadie le suplicase, ¿que no hará cuando se le suplique? Si hoc non rogata perfecit, quid rogata non perficiet?


8. San Buenaventura deduce otro argumento del mencionado hecho que refiere el Evangelio, para probar las muchas cosas que podemos esperar de María, puesto que es Reina de los Cielos. Si fue tan piadosa, dice el Santo, mientras vivía en este mundo, ¿cuánto más lo será ahora que vive y reina en el Paraíso celestial? Y aduce en seguida la razón en que se funda: porque ahora -dice- ve mejor la miseria de los hombres: Quia magis nunc videt hominum miseriam. (S. Bon. in Spec Virg. cap 8). María en el Cielo y a la vista de Dios, ve mejor nuestras necesidades que cuando estaba en el mundo; y por esta razón, así como se ha aumentado en Ella la compasión para con los hombres, así también aumenta el deseo de consolarlos; porque es demasiado cierto lo que dice Ricardo de San Victor, hablando con la misma Virgen: Adeo cor tenerum habes, ut non possis miserias scire et non subvenire. No es posible que esta amorosa y tierna Madre sepa que una persona sufre, sin inclinarse a socorrerla.


9. San Pedro Damián dice, que la Virgen nos ama con una amor invencible: Amat nos amore invencibili (Ser. 1, de Nat Virg. ). Esto significa que, aunque los Santos han amado a esta Señora tan amable, jamás el amor que ellos le han tenido ha podido compararse con el que María le ha tenido a ellos. Y este amor que nos tiene es, el que la hace estar tan solícita y cuidadosa de nuestro bien. Los Santos, -dice San Agustín- son muy poderosos en el Cielo para obtener de Dios las gracias que los hombres piden pos su mediación; pero María es más poderosa que todos ellos, y más ansiosa por conseguir la divina misericordia a favor de sus devotos.


10. Y según esta nuestra ilustre abogada, dijo a Santa Brígida, cuando un pecador implora su intercesión, jamás Ella atiende a los pecados que ha cometido, sino a la intención y disposición con que pide. Si la invoca con voluntad de enmendarse, Ella le oye, y le defiende y salva con su intercesión. Ricardo de San Lorenzo dice: que el Señor tiene fijos sus ojos sobre los justos: Occuli Domini super justus (Ps. XXXIII, 16). Pero la Santísima Virgen los tiene sobre los justos y sobre los pecadores; y con cada uno de nosotros se porta como una madre, que no separa un momento la vista de su tierno hijo para que no caiga, o al menos, para levantarle si alguna vez cayere.


11. La Virgen María es llamada en la Santa Escritura: Hermoso olivo en los campos. Quasi oliva speciosa in campis, (Eccl. XXIV, 19). Del olivo no sale otra cosa que aceite, así como de las manos y del corazón de María no salen otras cosas que gracias y misericordias. Dícese que está en el campo, para dar a entender, como dice Ugo cardenal, que está dispuesta a dejarse encontrar por todos cuantos la busquen: Speciosa in campis ut omnes ad eam comfugiant. En la antigua ley había señaladas cinco ciudades, donde encontraban asilo los delincuentes, no por todos los delitos, sino por algunos solamente. Pero San Juan Damasceno dice que : En María encuentran refugio todos los reos, por cualquier delito que hayan cometido; y por esto el Santo la llama “Ciudad de refugio de todos los que se acogen a Ella”. ¿Que temor, pues, dice San Bernardo, debemos tener de recurrir a María, la cual nada de austera tiene y ningún terror inspira? Por el contrario, todo es dulzura, toda clemencia: Quid ad Mariam accedere trepidat humana fragilitas? Nihil austerum in ea, nihil terrible; tota suavis est.


12. Decía San Buenaventura que cuando miraba a María, se figuraba ver en Ella la misma clemencia que le amparaba bajo su protección: Domina, cum te aspicio, nihil nisi misericordiam cerno. Un día dijo a Santa Brígida la misma Virgen María: Será infeliz el que no se acoge a mi clemencia pudiéndolo hacer: Miser erit, qui ad misericordiam, cum possit, non accedit. El diablo anda girando cual león rugiente alrededor de nosotros, en busca de presa que devorar, como dice San Pedro: Circuit quærens, quem devoret. (I. Petr. v, 8.). Pero esta piadosa Madre, como dice Bernardino de Butis, va siempre buscando los pecadores para salvarlos de sus garras. Es tan piadosa esta Reina, añade Ricardo de San Víctor, que se adelanta a nuestras súplicas, y nos ayuda antes que se lo supliquemos. En efecto, porque, como dice el mismo autor y ya hemos observado arriba, tiene María un corazón tan tierno para ayudarnos, que no puede ver nuestras necesidades sin compadecerse de ellas.


13. No dejemos, pues, de recurrir a Ella en todas nuestras necesidades, puesto que es una Madre tan clemente; que se deja hallar del que la busca, siempre dispuesta a ayudarle: Invenis semper paratam auxiliari, dice Ricardo de san Lorenzo. Pero, ordinariamente, quiere que la invoquemos, y se ofende de que así no lo hagamos. “Pecan contra vos ¡Oh Señora! -exclamaba San Buenaventura- “no solamente los que os ofenden, sino también los que no os imploran”. (In. Spec. Virg.). De donde se deduce, como dice el mismo santo Doctor, que no es posible que María deje de socorrer al que la invoca, porque ni sabe, ni ha sabido jamás, dejar de ayudar y consolar a los infelices que recurren a Ella.


14. Empero, para mejor alcanzar la gracia de esta buena Señora, conviene hacerle ciertos obsequios, particulares que hacen sus devotos, como son:



  1. Rezar todos los días, al menos, una parte del Santo Rosario.

  2. Ayunar todos los sábados en su obsequio. Y puesto que algunos ayunan a pan y agua, ayunar de este modo, al menos, en las vigilias de sus principales festividades.

  3. Saludarla con las tres Ave-Marías de costumbre al toque de oraciones, y con una, siempre que suena el reloj, o se encuentra su imagen en cualquier parte: pronunciar el Ave María siempre que uno salga de casa, o entra en ella.

  4. Decir las letanías de Nuestra Señora al retirarse a dormir, para lo cual debe uno procurarse una bella imagen de la Virgen y colocarla cerca de la cama.

  5. Tenéis además otras muchas devociones que practican sus devotos; pero la más útil es recomendarse a menudo a esta divina Madre, y rezarle por la mañana una Ave María, suplicándole que nos permita pasar sin ofender a su Hijo aquél día, y recurrir a Ella siempre que seamos atacados de alguna tentación, diciendo: “Amparadme Señora”. Basta nombrar a Jesús y a María para vencer la tentación. Más si ésta no cesa, debemos seguir implorando su ayuda a fin de que no seamos vencidos del demonio.


15. San Buenaventura llama a ésta Señora, la salud de quien la invoca: Salus invocatium. Y en efecto; si se condenase un devoto verdadero de María, por ejemplo, uno que quiere de corazón enmendarse, y se acoge con confianza a ésta tierna Madre de los pecadores, esto sucedería, o porque María no puede ayudarle, o porque no querría: pero esto no puede suceder, según dice San Bernardo, siendo como es Madre de la omnipotencia y de la misericordia; y esta es la causa de llamarse: “la Salud de quien la invoca”. Valga por otros muchos el ejemplo de Santa María Egipciaca, que hallándose en pecado después de haber tenido una vida disoluta, y queriendo entrar en la iglesia de Jerusalén en donde se celebraba la fiesta de la Santa Cruz, para hacerla volver en sí, el Señor permitió que la iglesia que estaba abierta para todos, estuviese cerrada para ella sola, porque queriendo entrar, se sintió repelida de una fuerza invisible. Entonces ella se reconoció: retirábase afligida, y quiso su dicha que hubiera encima del atrio del templo, una imagen de María Santísima, a quien se encomendó de veras aquella infeliz pecadora, prometiéndole mudar de vida. Éste propósito le dió fuerza para entrar en el templo, y entonces cesó la dificultad de entrar que antes encontraba: entra, se confiesa, sale luego, vase en derechura al desierto inspirada y movida por Dios: y allí vivió cuarenta y siete años, haciendo penitencia de sus pecados, hasta que murió y consiguió ser santa.



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