POR SER FUNDADA EN MILAGROS VERDADEROS
61. El 6º es porque se funda en Milagros verdaderos, que sobrepujan toda las fuerzas humanas, desprovistas de poder para efectuar uno solo, y a no ser Dios nadie más los puede obrar.
62. He aquí, pues, que Jesucristo, como narra el Evangelio, curó multitud de enfermos: ciegos, cojos, paralíticos, y dondequiera pasaba predicando el Evangelio curaba toda dolencia, toda enfermedad.
63. Y cuando San Juan envió preguntar si era Él el Mesías prometido, su repuesta fue decir: Caeci vident, claudi ambulant, leprosi mundantur, surdi audiunt: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan.
64. Respondió, no con palabras, más con hechos deslumbrantes: los MILAGROS, que eran claro testimonios, contundentes, de su divinidad, apodícticos, pues en las fuerza humanas no hay poder para obrarlos.
65. Y no sólo el Salvador corroboró su doctrina con estupendos milagros, sino los Apóstoles, como Él mismo lo anunció: Amen, amen, dico vobis: Os digo en verdad que el que cree en Mí: Opera quae ego facio et ipse faciet: hará como Yo milagros, Et maiora horum faciet: y aún mucho mayores.
66. Esto se vió en los Apóstoles, como nos narran los Hechos: Per manus autem apostolorum fiebant prodigia magan in populo: por manos de los Apóstoles se hacían muchos milagros y prodigios entre el pueblo. Concurría la multitud de las ciudades vecinas, y les traían sus enfermos y hasta los endemoniados, y todos quedaban sanos.
67. Y aún añaden que era tanta la multitud, que sacaban a las calles a los enfermos, poniéndolos en camillas, para que, pasando Pedro, su sombra al menos tocase a algunos, y de este modo quedasen curados de sus dolencias.
68. Pues esto ¿no manifiesta una verdad divina? De San Pablo y Bernabé, al verle curar un cojo en Listra los licaonios los apedillaron dioses.
69. Y en Malta, cuando aportó, los que primero juzgáronle y creyeron homicida, por haberse enroscado una víbora en la mano, al ver que no se le hinchaba , ni de repente murió, del reptil emponzoñado, llamaron después Dios.
70. Pues ¿que dirían si vieran a Él y a los otros Apóstoles hacer tanta multitud de milagros como hicieron? Luego nuestra Religión se demuestra verdadera, por tantísimos Milagros, que no se podían hacer por virtud humana, sino por la divina.
71. Ni se acabó esta virtud por Pablo y demás Apóstoles, sino que se ha concedido a Varones Apostólicos, de singular santidad, como a San Gregorio Papa, San Gregorio Tramaturgo, San Antonio, San Vicente y San Francisco Javier, que han hecho grandes milagros, verdaderos, no fingidos.
72. Primero, por ser escritos por gravísimos Autores, como San Buenventura, San Bernardo, San Gregorio. Y ¿quién creerá que estos Santos, tan ilustres en santidad y doctrina, que odiaban toda mentira, habían de transcribir, en perjuicio de las almas, tales y tantos milagros, si no fuesen verdaderos? ¿Cómo habían de fingirlos, siendo en materia grave de Religión gran pecado?
73. Segundo, por los testigos en pueblos y Magistrados, que los han atestiguado aún jurando.
74. Tercero, porque la Sede Apostólica, cuando canoniza un Santo, hace rigurosísimo examen acerca de sus milagros y sobre sus circunstancias… y en hallando alguna duda no lo aprueba.
75. Cuarto, porque no hay quien los repruebe por falsos, sino el Gentil, el Judío o el Hereje, que, como con Jesucristo, los ahijan al demonio.
76. Pero estos calumniadores los convence su mentira. Pues si el demonio aborrece a muerte a la Religión, y se afana en destruirla, ¿cómo había de hacer milagros para, al revés, confirmarla?
77. Quinto, porque los Gentiles, Moros y Herejes no tienen milagros para confirmar sus sectas, porque éstos sólo se hallan en la Religión Católica, nos dice San Bernardino: Nulla gens, nulla secta miracula habet præter fidem christianam, quam semper comitata sunt, como se demuestra al canto.
78. Pues San Basilio rehusó, con ánimo varonil, darse una Iglesia Católica a los herejes arrianos. Concertáronse en cerrarla, y a cuyos ruegos se apoderasen de ella. Estuvieron los Arrianos tres días en oración, pero en vano.
79. San Basilio hizo una breve oración; con un báculo liviano llegó y mandó abrir las puertas y al punto le obedecieron y se abrieron, y sin resistencia alguna penetraron los Católicos, con cuyo milagro convirtiéronse muchos herejes.
80. En otra ocasión un hijo de Valente Emperador, estaba moribundo, y le ordenó a San Basilio que hiciese oración por él. El santo le obedeció y empezó su mejoría. Más como el Emperador era de la secta arriana, para que la mejoría no se atribuyese al Santo, ordenó que los Obispos arrianos orasen también por él, y él al punto se murió.
81. Y Estáfilo Baco refiere que el hereje Lutero quiso arrojar al demonio de una discípula suya, poseída por el demonio; pero el demonio no sólo no salió de aquella mujer, sino se volvió contra él, y, si no huyera, en sus manos hubiese perecido.
82. Los herejes, no sólo no hacen milagros, sino procuran fingirlos, pero Dios, permitiendo que se descubra el engaño, los deja, como se merecen, confusos y avergonzados.
83. Selvago A. de Villegas refiere de un cierto Cérula, que con un pobre extranjero se concertó, por dinero, a que se fingiese ciego, y declarase que él, el hereje, le había devuelto la vista.
84. Y de esta manera un día, delante de mucha gente, Cérula dijo que él, en confirmación de que profesaba una doctrina verdadera, daría la vista a un ciego. Hizo oración y mandóle sin más que abriese los ojos, y hallóse que estaba ciego.
85. Comenzó éste a dar voces y a vituperar a Cérula, pidiéndole que le diese la vista que le quitó, y tomase sus dineros, en cambio, que le había dado, porque se fingiese ciego. Con lo que, visto el engaño, quedáronse los herejes confusos y avergonzados, y recobrada la vista, por ruego de los Católicos, el extranjero se hizo en público pregonero de los engaños heréticos.
86. Refiere también Villegas que con un hombre casado, Calvino se concertó a que se fingiese enfermo unos días, y después se hiciese muerto, que su mujer le llorase, señalando día y hora.
87. Acompañado de gente, llegó a tiempo a tal casa, y oyendo los plañideros sollozos de la mujer, que lloraba inconsolable la muerte de su marido, dijo el hereje Calvino:
88. Ahora conoceréis si mi doctrina es de Dios con un milagro estupendo, y el cual será resucitar a este hombre ya difunto. Entrado en casa, se hincó e hizo oración, pidiendo, en comprobación de su doctrina, que Dios hiciese el milagro.
89. Asió del hombre, más éste, como verdaderamente muerto, ni se meneó ni boqueó, a quien en castigo Dios le había quitado la vida, a fin de que la maldad se hiciese patente a todos; viendo muerto a su marido, la mujer, diciendo afrentas y maldiciendo a Calvino, descubrió el pacto y enredo.
90. En estos dos casos vemos que no sólo los herejes no hacían ningún milagro, sino que fingiendo hacerlos, los castigó Dios, haciendo que el que se fingía ciego en realidad lo quedase, y el otro muerto bien muerto.
91. ¿Que mayor comprobación de la falsedad herética? Por consiguiente no hay milagros entre los herejes, y fingiéndolos los castiga Dios.
92. ¿Cómo pues, podrá decirse que su secta es verdadera? Si los que fueron autores de herejías como Lutero y Calvino, no pudieron aún queriendo, obrar milagros, ¿cómo podrán hacerlo sus discípulos?
93. Luego sólo la Católica es la verdadera Religión, pues está ilustrada con Milagros sin guarismo.
94. Pudiera ponerse en duda si los magos y hechiceros, que tenían los Gentiles, en verdad hacían milagros. Eran falsos y aparentes, pues todos los que se hacen con el poder del demonio, son de escasa duración, porque son encantamientos y embelecos con que engañan a los ojos; o, si duran, son por causas naturales, y no exceden a su virtud natural, siendo vanos e inútiles.
95. No, en cambio, así, los milagros de los Santos, que son sólidos, permanentes, verdaderos, y de mucha utilidad, como se vió en Samaría con aquél mago Simón, que con sus artes diabólicas haciendo dizque milagros, traía a los Samaritanos de cabeza, reputándole por virtud grande de Dios.
96. Más como allí predicase Felipe el Diácono, confirmando su doctrina con verdaderos milagros, se convirtieron, y el Mago, no sólo se convirtió, sino quedó atónito, aturrullado, pasmado.
97. Porque vio cuan diferentes eran aquellos milagros de los suyos, aparentes, y porque los bautizados reformaban sus costumbres y que el Espíritu Santo descendía visiblemente sobre ellos; y conocía que éste era un nuevo y admirable milagro, y todo divino. Pues ¿que mayor maravilla ni de mayor dignación que Dios Todopoderoso habitara en los hombres y hablara con ellos? Y el ver esto le pasmó, por lo cual se bautizó.
98. Del mismo Mago se cuenta, en la Vida de San Pedro, que tenía con sus hechizos embaucada a toda Roma, y porque se conociese la doctrina verdadera, pactaron que se trajese en su prescencia un difunto y quien le resucitase quedara por verdadero.
99. Hízose así, y si al principio e mago con sus hechizos y artes diabólicas hizo que al parecer se moviese la cabeza del difunto, más el muero quedó muerto y se descubrió el engaño.
100. Oró San Pedro a su turno, y al punto resucitó el difunto, y fue tenido San Pedro por portador de la Verdad, en cambio el mago enojado amenazó remontarse al cielo, para arrojar desde ahí llamas de fuego que quemasen a quienes no le daban crédito.
101. Fijó un día el desafío, y empinado en alto monte le llevaban por el aire los demonios. San Pedro hizo oración, muy fervorosa al Señor, a fin de que los espíritus infernales le soltasen y le dejasen caer, y al momento sucedió ésto, y el mago se fracturó las piernas, con que no pudo ya andar el presumido, por tierra, que quería volar al cielo.
102. Aquí vemos que no pudo resucitar a un difunto, cuando vemos que los Santos han resucitado a muchos, pues sólo San Luis Obispo resucitó a doce muertos. ¿ Cuántos resucitarían los muchos Santos que hay? Y cuánto más poderosa fue la oración del Apóstol que la presunción del Mago, y la potencia de Dios para derribarle que el poder de los demonios para airearle por las nubes?
103. Más ¿qué mucho sean vencidos al imperio poderoso de la oración los demonios, pues huyen al ver la señal de la cruz en contra de ellos?
104. ¿Será entonces verdadera la secta donde hay tan flacos o ningunos fundamentos, aún concurriendo el demonio? Luego sólo es verdadera La Religión que se apoya en tan sólidos milagros, verdaderos, permanentes, y ésta es la CATÓLICA.
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LA RELIGIÓN CATÓLICA VI
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