DOCTRINA EUCARÍSTICA DE SAN PASCASIO RADBERTO


PRIMERA DE TRES PARTES
San Pascasio Radberto (ca. 790- ca. 860/5). Monje benedictino, Abad del Monasterio de Corbie y autor del primer tratado sobre la Eucaristía (De corpore et sanguine Domini, 831). Se trata sin duda uno de los teólogos más destacados del siglo IX y sus obras completas se pueden consultar en el Migne (PL120). Canonizado en el año 1058, su fiesta se celebra el 26 de abril. 
LA PRESENCIA DEL SACRIFICIO DE CRISTO EN EL MISTERIO EUCARÍSTICO
 Para Pascasio Radberto la memoria es presencia, y la presencia es sacrificial. Este autor recalca la presencia de Cristo en la eucaristía no como una mera presencia estática del cuerpo de Cristo en los dones, sino como una presencia en la entrega, sacrificio de Cristo, que se consuma en la comunión: es un cuerpo entregado / comido y una sangre derramada / bebida. Por la resurrección de Cristo, lo que se realizó una sola vez cobra presencia todos los días en la entrega eterna al Padre, que se actualiza a diario en comunión con y para los hombres.

 1. La eucaristía, conmemoración de la pasión

Tres son los términos empleados por san Pascasio para referirse a la eucaristía como memoria de la pasión: commemoratio, memoria y recordatio. De ellos, el primero aparece seis veces en el De corpore et sanguine Domini y una en la Epistola ad Fredugardum[1] , los otros dos, una vez cada uno[2].
Que predomine el término commemoratio es algo lógico, ya que es la palabra empleada por la Vulgata para traducir el término griego ἀνάμνεσιϛ (anamnesis), las cuatro veces que aparece en el Nuevo Testamento (cf. Lc 22,19; 1 Cor 11,24.25; Hebr 10,3). Más aún, de los siete pasajes de san Pascasio en los que aparece el término, tres de ellos[3] son cita literal del texto de Lc 22,19 y 1 Cor 11,24 en el que se refleja el mandato de Jesús de hacer en memoria suya lo que él mismo hizo la noche anterior a su pasión: τοῦτο ποιεῖτε εἰϛ τὴν ἐμὴν ἀνάμνεσιν, que la Vulgata traduce: Hoc facite in meam commemorationem.
En el capítulo IX del libro de san Pascasio, tenemos un pasaje en el que encontramos el término en dos ocasiones, una en expresión del propio Pascasio, la otra citando el texto de 1 Cor 11 -si bien se trata, no de una cita estrictamente literal, sino de un extracto de los versículos 24 y 25-. San Pascasio intenta explicar qué significa eso de anunciar la muerte del Señor hasta que venga. ¿Hasta que venga la muerte del Señor o hasta que venga el Señor? Hasta que venga el Señor para el juicio, responde el autor, puesto que Cristo ya no muere más, añade citando a san Pablo. Se repite el misterio, pero no la muerte; celebramos-anunciamos la muerte del Señor, para que todos aprendan con qué amor se entregó Cristo a los suyos hasta morir por ellos[4].
En el capítulo XV tenemos las otras dos citas neotestamentarias. En el primer párrafo es de notar que san Pascasio distingue entre la narración de la institución, diciendo que son palabras de los evangelistas, para dar a continuación toda la importancia a las palabras de la consagración, diciendo que son palabras de Dios llenas de poder y eficacia[5]. Pero este poder y esta eficacia, que podían haber sido exclusivos del momento en el que fueron pronunciadas dichas palabras, conservan toda su validez gracias al mandato: Hoc facite in meam commemorationem[6]. Este hincapié casi exclusivo en las palabras de la consagración, que es un rasgo característico de la teología eucarística latina, le sirve a san Pascasio para dar al término commemoratio toda su carga de realidad siempre viva. Si el autor deja bien claro que el sacrificio de la cruz sólo acaeció una vez, deja igualmente claro que la eucaristía no es un mero recuerdo de lo que un día sucedió, sino conmemoración del sacrificio que se hace así real y presente gracias al mandato del Señor.
Vuelve san Pascasio a utilizar el texto neotestamentario por tercera y última vez, abundando sobre lo mismo: en la fe que debemos tener en que es así como se dice, pues lo avala la palabra omnipotente de Dios[7]. Digamos sólo de pasada que aparece en este texto el tema de la transformación de los dones como creación de una realidad nueva.
Otro de los textos utiliza la conmemoración de la pasión como argumento para decir que, del mismo modo que del costado de Cristo ya muerto en la cruz manaron sangre y agua, así también deben mezclarse ambos elementos en el cáliz, para que nada falte a este sacramento[8]. Curioso es el párrafo en el que se limita a llamar conmemoración a la eucaristía. En él se nos dice que se multiplica la abundancia de la carne de Cristo, permaneciendo él íntegro. Desarrolla Pascasio la idea de que, al igual que Dios ordenó una sola vez que la tierra germinase hierba verde, y así sucede desde entonces hasta hoy, de la misma manera sucede con la carne y la sangre de Cristo en esta conmemoración[9].
En la Epístola ad Fredugardum tenemos un solo texto en el que san Pascasio hace una disquisición sobre si en el texto de san Lucas (cf. Lc 22,17.20)  se habla de dos cálices o de uno sólo tomado dos veces y, caso de que sean dos, qué significado deba dársele. A continuación, sin demasiada conexión y sin transición alguna, se pasa a los relatos de san Marcos y san Mateo, observando la bendición y fracción que hacen surgir una nueva creatura, para terminar diciendo que el pan ofrecido a Dios en conmemoración de la muerte de Cristo, puede decirse en verdad su carne. Y lo mismo la sangre[10].
De estos textos puede deducirse que san Pascasio se limita fundamentalmente a recoger el dato neotestamentario. Los cristianos deben anunciar la muerte del Señor como expresión de su amor hacia nosotros (cf. nota 4), al mandar que lo repitamos está afirmando la validez desde entonces hasta ahora de aquellas palabras creadoras (cf. notas 6 y 7). Así como del costado abierto de Cristo manaron sangre y agua, así también se mezclan ambos elementos en el cáliz (cf. nota 8). La eucaristía es conmemoración de la pasión (cf. notas 9 y 10), y en ella se nos da Cristo como fuente inagotable (cf. nota 9). Claramente, lo que hace que de la última cena pueda surgir la eucaristía es el mandato de Jesús de repetir lo que él hizo, pero no como conmemoración de la última cena, sino como conmemoración de la pasión, que es lo que hace que esa cena última se prolongue en el tiempo. En conmemoración mía, de Cristo, de su persona entregada y derramada por nosotros.
El término memoria está empleado con un significado similar, si bien el texto en el que aparece es particularmente sugerente. En él, san Pascasio argumenta a favor de que la sangre de Cristo nunca se consagre en una vasija que no sea un cáliz. Razona diciendo que esto es para que todos recuerden la pasión de Cristo, porque el cáliz es la muerte de la que surge la sangre, y por la sangre la vida eterna[11].
Alude aquí sin duda al término bíblico cáliz que significa, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, la suerte o el destino de la persona. Así, cuando Jesús pregunta: ¿podéis beber el cáliz que yo he de beber? (Me 10,38), les está conminando a participar en su destino. Lo mismo en Getsemaní: pase de mí este cáliz, es decir, pase de mí este destino, este trago, podríamos decir. Particularmente expresivo es el texto de 1 Cor 10,21: no podéis beber el cáliz del Señor y el cáliz de los demonios, es decir, no podéis tener parte con el Señor y con los demonios, pues el cáliz es la vida entera de Jesús que desemboca en la muerte, en el derramamiento de su sangre. Beber el cáliz significa participar de la muerte y del destino de Cristo, con la propia vida. No caben reservas ni actitudes parciales.
Este texto es mucho más rico que los anteriores, porque en él se ve con mayor claridad la presencia del sacrificio. No se trata ya de unos poderes otorgados por Jesús para que la repetición de sus palabras efectúe lo que ordena. Esto es claramente insuficiente. Tampoco se refiere simplemente a algo ordenado una sola vez, que se reproduce de forma espontánea como la hierba del campo. Es mucho más, es que el cáliz simboliza la pasión y la muerte. De modo misterioso pero real, la vida de Cristo sigue derramándose. Por eso Pascasio puede terminar diciendo: Quod cum bibimus, quid aliud quam mortem Domini adnuntiamus?
El término recordatio aparece en un texto en el que Radberto trata de dilucidar si la eucaristía es verdad o figura, a lo que el autor responde que es verdad lo que el Espíritu Santo realiza, y es figura lo externamente realizado por el sacerdote en recuerdo de la sagrada pasión[12]. Parece, por la expresión, que el sentido de este término es del todo similar al de los otros términos que acabamos de ver. No obstante extraña que la recordatio venga como expresión de lo externamente realizado, como si el mero recuerdo de quienes celebran moviera la acción del Espíritu, que parecería así lo único importante. Ahora bien, la verdad y la figura se superponen como dos aspectos de una misma realidad, de modo que no pueden darse independientemente. Así pues, lo que el Espíritu Santo realiza en la eucaristía, es precisamente la presencialización de la entrega de Cristo en la cruz, que de otro modo no sería sino mero recuerdo de algo acaecido hace tiempo.
Veamos un último texto en el que no se habla de la memoria, pero que está muy relacionado con ella. En él se nos dice que, ya que en este misterio debía proclamarse la pasión del Señor y su muerte, fue más congruente entregar esto en el momento de la pasión, y no después de la resurrección, porque el cordero fue inmolado para que comamos su carne[13].
Es de una gran importancia el hecho de que para Pascasio sea un problema el que estos misterios nos fueran entregados antes, y no después de la resurrección. No podemos dudar de que para Radberto el cuerpo que se halla presente en la eucaristía, es el del Resucitado. Más que argumentar, siguiendo en ello la tradición occidental, sitúa la eucaristía en el marco de una cena pascual: Cristo es el cordero inmolado para ser comido por nosotros. Presencia, pues, del Resucitado, y proclamación de su pasión y de su muerte. De la pasión y de la muerte del Señor, del que ya resucitó.
En el curso de su argumentación, para justificar la institución de la eucaristía antes y no después de la resurrección, Pascasio llama herejes a los que no comprenden cómo puede ser comida la carne de Cristo en la tierra, si él está en el cielo[14]. Como es sabido, ésta es precisamente la postura de J. Wiclef en el siglo XIV y posteriormente de J. Calvino en la Reforma. No deja de ser sorprendente que ya un autor del siglo IX pudiera llamar heretici a quienes tal pensaban.

María Ángeles Navarro Girón.


[1] La Epistola ad Fredugardum es una especie de apéndice al De Corpore et Sanguine Domini. Las citas son: IX,134.136; XI,7; XII,45; XV,37.47; F 455
[2] Memoria (XXI,23); recordatio (IV,40).
[3] Cf. IX,136; XV,37.47
[4] “Iteratur autem hoc mysterium et ob commemorationem passionis Christi, sicut ipse ait: Haec quotienscumque agitis in meam commemorationem facite. Quotienscumque ergo hunc panem sumitis et bibitis hunc calicem, mortem Domini adnuntiabitis donec ueniat. Non itaque sic accipiendum “donec mors Christi ueniat”, quia iam ultra non moritur, sed donec ipse Dominus ad iudicium ueniat. Interdum autem semper mors est Christi pro saeculi uita posteris nuntianda, ut discant qua caritate suos dilexit qui pro eis mori dignatus est” (IX, 134-142; cf. 1 Cor 11,24-25; cita de 1 Cor 11,26, no exactamente coincidente con el texto de la Vulgata; cita literal de Rom 6,9).
[5] Esto no significa que san Pascasio esté negando que los evangelios sean Palabra de Dios. La distinción que hace es entre la Palabra de Dios (la inspiración en la Biblia) y lo que sería una cita textual de Jesús (ipsissima verba Iesu).
[6] “Vnde sacerdos prius inter cetera etiam uerba Euangelistarum assumens ait: Qui pridie quam pateretur, accepit panem in sanctas ac uenerabiles manus suas, eleuatis oculis in caelum ad te Deum, Patrem suum omnipotentem, gratias tibi agens benedixit, fregit et dedit discipulis suis. Ecce usque ad istum locum uerba sunt Euangelistarum. Porro deinceps uerba sunt Dei potestate et omni efficientia plena: Accipite et manducate ex hoc omnes, hoc est enim corpus meum. Sed ne forte putares, quod de illo uno tantum pane et in illa hora hoc eum es se iusserit, secutus adiunxit et ait: Hoc facite in meam commemorationem. Vnde fatendum quod quicquid tunc illud fuit, quod apostoli ab eo perceperunt, hoc totum est istud, quia idipsum esto Et si uelis audire quid est: Hoc est enim inquid corpus meum quod pro uobis tradetur” (XV,28-41; citas del Canon Romano, Lc 22,19 y 1 Cor 11,24).
[7] “In hoc ergo uerbo creatur illud corpus, quia diuinum uerbum est et omnipotentia plenum, ubique praesens, ubique omnia complens. Et quod dicit? Hoc est corpus meum quod pro uobis tradetur. Crede o fili, quia ita est, quoniam ipse dixit et factum dubitare non potes, ipse mandauit et creatum est. Praeceptum ergo posuit: In meam commemorationem hoc facite. Et ideo quotienscumque fit catholice, uere hoc fit quod dictum est: Hoc est corpus meum” (XV,42-49; citas de 1 Cor 11,24; Lc 22,19 y Mt 26,26).
[8] “Plane aqua in sanguine quare misceatur, dum in natale [natali] calicis factum fuisse non legimus, illa permaxime causa est, quia de latere Christi ubi passio cornpletur, sanguis pariter et aqua manauit. Quod recte mysterium apostoli plene intellegentes fiendum in [+ hoc] calice censuerunt, ut nihil desset nobis in hoc sacramento ad commemorationem passionis quod tunc extitit in cruce in consummationem nostrae redemptionis” (XI,2-9).
[9] “Pullulat ergo illa ubertas carnis Christi et manet integer Christus, quia natura manente integra, etiam in creaturis ad iussum eius cuncta exuberant. Propterea licet semel dixerit: Germinet terra herbam uirentem, adhuc hodie ex eo quae per singulos nascuntur annos, omnia creantur. Sic itaque et in eo quod semel uoluit et deinceps carnem et sanguinem in hac commemoratione iussit esse, fit quod iubetur” (XII,39-45; cita de Gn 1,11).
[10] “Et notandum quod ait: Benedixit et fregit. In qua nimirum benedictione ac fractione noua creatura efficitur, ut panis, in commemoratione mortis Christi Deo fide oblatus, caro eius uere dicatur. Similiter et sanguis in eadem gratiarum actione qua Deo Patri gratias egit, creatur, ut uere sanguis credatur qui effusus est pro multis in remissionem peccatorum” (F 453-459; cf. Me 14,22; Mt 26,26).
[11] “Propter quod et mos bene inoleuit, ut sanguis Christi numquam in catino, numquam in cratere neque in alio uase quam in calice consecretur. Sed neque alio nomine, ut fieri solet in aliis quibusque uasis nisi semper iuxta proprietates linguarum calix uocatur, ut exinde omnibus calix passionis Christi ad memoriam reducatur. Ex quo nimirum calice, id est, ex eadem morte sanguis et per sanguinem uita hauritur aeterna. Quod cum bibimus, quid aliud quam mortem Domini adnuntiamus?” (XXI,18- 26).
[12] “… Veritas ergo dum corpus Christi et sanguis uirtute Spiritus in uerbo ipsius ex panis uinique substantia efficitur, figura uero dum sacerdos [sacerdote] quasi aliud exterius gerens [gerente] ob recordationem sacrae passionis ad aram quod semel gestum est, cotidie immolatur agnus” (IV,37-42).
[13] “Nam per hoc mysterium passio Domini et mors praedicanda erat. Ideo magis congruit in ipso passionis articulo hoc tradere quam post resurrectionem, quia ad hoc immolatus est agnus, ut nos eius carnem comedamus” (XVIII, 14-17; cf. 1 Cor 11,26).
[14] “Ad uero quod ultimum est, si post resurrectionem hoc dedisset, dicturi essent heretici, quod incorruptibilis iam Christus et in caelo positus non posset in terris eius caro a fidelibus uorari” (XVIII,26-29).


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