Daniel Rodan Weikert es católico de forma plena desde 2007, y un evangelizador que usa sus dones musicales y la amplia experiencia artística de sus años en la música punk y underground.
Su paso por la izquierda radical, y luego las drogas y la cárcel, le permiten acercarse a muchos con un tema que transforma vida: la misericordia y el perdón. El portal Portaluz recoge así su testimonio en sus propias palabras.
Ausencia de padre... y de iglesia
»Hasta la edad de los seis años crecí sin saber nada de la fe católica, como tampoco de mi padre. Fue mi madre quien, luego de una inesperada conversión, me habló de su experiencia con Jesús, pero nada mencionó de la religión ni la Iglesia.
»A medida que crecía y con fuerza en mi adolescencia, decidí que no necesitaba conocer a mi ausente padre ni menos pertenecer a una institución anticuada, supersticiosa y opresiva como la Iglesia Católica.
»Sentí el impacto de haber nacido y crecido en una familia fracturada con profundas historias de dolor, pero esto sólo potenció mi rebeldía y consiguiente rechazo a Dios y su Iglesia.
Música underground y paganismo moral
»Cuando fui creciendo, encontré sustitutos a mis vacíos en la filosofía "progresista", la música underground y el arte. Las drogas y el paganismo moral llenaron un creciente vacío de mi corazón.
»La caída de los valores occidentales me pareció entonces casi una confirmación de mis opciones.
»Comencé a trabajar con profesionales de la música que me pagaban por participar en el activismo ambiental radical de izquierda.
»A medida que mi cuerpo y alma se alejaban de la auténtica vida humana y de lo espiritual, tenía algunos éxitos que me ayudaban a no mirar mis mentiras. Trabajé con tres ganadores de los premios Grammy y con ellos bebí de una inagotable fuente de ideología anticristiana sustentada en la radio, prensa y otros medios de comunicación.”
Cuando mueren los amigos
»El pecado mata no sólo a una mente aguda y un corazón contento, sino que puede tomar literalmente la vida de una persona. Sí… perdí varios buenos amigos por sobredosis de drogas. Sus muertes deberían haber actuado como una bandera roja y prueba de que no existe verdadera gloria en el libertinaje. Pero vivía de espaldas a Dios como para ver.
»Sin embargo nunca acepté el ateísmo. En ocasiones leía sobre las principales religiones del mundo y algunas prácticas cultuales y paganas. Así, intuyendo que existía algo más allá de este mundo material, un pequeño rayo de luz luchaba por surgir en esa oscuridad con que me saturaba a mí mismo.
Una oración de la infancia
»Pero un día esta inquietud me llevó a recordar una oración que rezaba con mi madre cuando yo tenía seis años. Recordé que fue en ese tiempo que la había visto cambiar su vida, orar y adorar. Y en susurro, apenas audible, pero que salió como torrente desde lo profundo de mi ser dije: «Mamá, quiero que Jesús viva en mi corazón».
»Tenía entonces veintisiete años y aunque quise huir de esta experiencia sabía que llegaría el momento de enfrentar a Cristo. Mis creencias filosóficas y hábitos de vida poco a poco me iban resultando vacíos.
Con la Biblia en la cárcel
»Pero sucedió lo inesperado… caí en la cárcel. Allí, habiendo tocado fondo, comencé a leer ávidamente la Sagrada Escritura y supe lo que era el dolor de la culpa. Cuando enfrenté al juez y confesé mi real arrepentimiento no me esperaba lo que ocurrió.
»Me miró directamente, probablemente tratando de discernir mi sinceridad y la comparación de mi súplica a los miles de personas que, sin duda, le habían dicho algo similar. Luego dijo: «Ve a hacer lo que debes hacer. Yo exonero tu registro».
»Por primera vez supe lo que era ser tocado por la misericordia, pero era sólo el principio de muchas misericordias de Dios para mí.”
Su paso por la izquierda radical, y luego las drogas y la cárcel, le permiten acercarse a muchos con un tema que transforma vida: la misericordia y el perdón. El portal Portaluz recoge así su testimonio en sus propias palabras.
Ausencia de padre... y de iglesia
»Hasta la edad de los seis años crecí sin saber nada de la fe católica, como tampoco de mi padre. Fue mi madre quien, luego de una inesperada conversión, me habló de su experiencia con Jesús, pero nada mencionó de la religión ni la Iglesia.
»A medida que crecía y con fuerza en mi adolescencia, decidí que no necesitaba conocer a mi ausente padre ni menos pertenecer a una institución anticuada, supersticiosa y opresiva como la Iglesia Católica.
»Sentí el impacto de haber nacido y crecido en una familia fracturada con profundas historias de dolor, pero esto sólo potenció mi rebeldía y consiguiente rechazo a Dios y su Iglesia.
Música underground y paganismo moral
»Cuando fui creciendo, encontré sustitutos a mis vacíos en la filosofía "progresista", la música underground y el arte. Las drogas y el paganismo moral llenaron un creciente vacío de mi corazón.
»La caída de los valores occidentales me pareció entonces casi una confirmación de mis opciones.
»Comencé a trabajar con profesionales de la música que me pagaban por participar en el activismo ambiental radical de izquierda.
»A medida que mi cuerpo y alma se alejaban de la auténtica vida humana y de lo espiritual, tenía algunos éxitos que me ayudaban a no mirar mis mentiras. Trabajé con tres ganadores de los premios Grammy y con ellos bebí de una inagotable fuente de ideología anticristiana sustentada en la radio, prensa y otros medios de comunicación.”
Cuando mueren los amigos
»El pecado mata no sólo a una mente aguda y un corazón contento, sino que puede tomar literalmente la vida de una persona. Sí… perdí varios buenos amigos por sobredosis de drogas. Sus muertes deberían haber actuado como una bandera roja y prueba de que no existe verdadera gloria en el libertinaje. Pero vivía de espaldas a Dios como para ver.
»Sin embargo nunca acepté el ateísmo. En ocasiones leía sobre las principales religiones del mundo y algunas prácticas cultuales y paganas. Así, intuyendo que existía algo más allá de este mundo material, un pequeño rayo de luz luchaba por surgir en esa oscuridad con que me saturaba a mí mismo.
Una oración de la infancia
»Pero un día esta inquietud me llevó a recordar una oración que rezaba con mi madre cuando yo tenía seis años. Recordé que fue en ese tiempo que la había visto cambiar su vida, orar y adorar. Y en susurro, apenas audible, pero que salió como torrente desde lo profundo de mi ser dije: «Mamá, quiero que Jesús viva en mi corazón».
»Tenía entonces veintisiete años y aunque quise huir de esta experiencia sabía que llegaría el momento de enfrentar a Cristo. Mis creencias filosóficas y hábitos de vida poco a poco me iban resultando vacíos.
Con la Biblia en la cárcel
»Pero sucedió lo inesperado… caí en la cárcel. Allí, habiendo tocado fondo, comencé a leer ávidamente la Sagrada Escritura y supe lo que era el dolor de la culpa. Cuando enfrenté al juez y confesé mi real arrepentimiento no me esperaba lo que ocurrió.
»Me miró directamente, probablemente tratando de discernir mi sinceridad y la comparación de mi súplica a los miles de personas que, sin duda, le habían dicho algo similar. Luego dijo: «Ve a hacer lo que debes hacer. Yo exonero tu registro».
»Por primera vez supe lo que era ser tocado por la misericordia, pero era sólo el principio de muchas misericordias de Dios para mí.”
http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=30444
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