Fuera de la Iglesia no hay salvación, ¿qué significa?

Ayer hablaba sobre el infierno y os comentaba que rara vez se oye hoy en día predicar sobre la posibilidad real que existe de que seamos excluidos de la presencia de Dios por toda la eternidad. Somos más melindrosos que los cristianos de antaño y preferimos no discutir siquiera el asunto. Sin embargo, la Iglesia católica es muy clara al respecto y la existencia del infierno es un dogma de fe. Somos libres de aceptar la salvación o no. Quien la rechaza, se sitúa en un estado de "autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados", y eso es lo que llamamos infierno. Una amiga bloguera, Mrswells, planteaba la cuestión de qué ocurre cuando alguien rechaza este dogma por ignorancia o porque se le ha enseñado todo lo contrario. En este caso, no podemos decir que la persona se autoexcluye libremente.

Juan Pablo II, en la encíclica Redemptoris missio, afirma que el don de la salvación no se puede limitar "a los que, de modo explícito, creen en Cristo y han entrado en la Iglesia". Es evidente que aún hoy hay mucha gente a la que no llega el mensaje cristiano, y "no tienen la posibilidad de conocer o aceptar la revelación del Evangelio y de entrar en la Iglesia. Viven en condiciones socioculturales que no se lo permiten y, en muchos casos, han sido educados en otras tradiciones religiosas. También para quienes, sin culpa, no conocen a Cristo y no se confiesan cristianos, el plan divino ha dispuesto un camino de salvación".
La constitución Gaudium et spes, declara que en el corazón de todo hombre de buena voluntad "actúa la gracia de modo invisible", y que el "Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo conocido sólo por Dios, se asocien al misterio pascual".

Sin embargo, esto no es en absoluto una justificación de la ideología relativista que afirma que desde cualquier religión o desde ninguna se alcanza la salvación. Es muy diferente la posición del que, sin culpa alguna por su parte, es ignorante y no conoce a Cristo; pero los católicos sabemos que fuera de la Iglesia, esto es, fuera de Cristo, no hay salvación, ya que "no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Hech 4, 12). El infierno, dice Juan Pablo II, "es la última consecuencia del pecado mismo, que se vuelve contra quien lo ha cometido. Es la situación en que se sitúa definitivamente quien rechaza la misericordia del Padre incluso en el último instante de su vida. El infierno, más que un lugar, indica la situación en que llega a encontrarse quien libre y definitivamente se aleja de Dios, manantial de vida y alegría".
Por último, os pongo a continuación cómo explica el Catecismo de la Iglesia católica la afirmación "fuera de la Iglesia no hay salvación":

846 Formulada de modo positivo significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por la Iglesia que es su Cuerpo: El santo Sínodo... basado en la Sagrada Escritura y en la Tradición, enseña que esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación. Cristo, en efecto, es el único Mediador y camino de salvación que se nos hace presente en su Cuerpo, en la Iglesia. Él, al inculcar con palabras, bien explícitas, la necesidad de la fe y del bautismo, confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que entran los hombres por el bautismo como por una puerta. Por eso, no podrían salvarse los que sabiendo que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o perseverar en ella (LG 14).
847 Esta afirmación no se refiere a los que, sin culpa suya, no conocen a Cristo y a su Iglesia:

Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna.
"Aunque Dios, por caminos conocidos sólo por Él, puede llevar a la fe, 'sin la que es imposible agradarle' (Hb 11, 6), a los hombres que ignoran el Evangelio sin culpa propia, corresponde, sin embargo, a la Iglesia la necesidad y, al mismo tiempo, el derecho sagrado de evangelizar".


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